Las Miróforas
Guardianas de los Aceites Sagrados
Las Miróforas son figuras envueltas en misterio y devoción. Su nombre proviene del griego μυροφόροι (myrophoroi), que significa “portadoras de mirra”. Eran mujeres dedicadas a la preparación, custodia y aplicación de los aceites sagrados en rituales de sanación, unción y despedida.

Orígenes y Tradición
Desde la antigüedad, muchas culturas han practicado la unción con aceites aromáticos como un acto de consagración y trascendencia. En Egipto, los aceites eran utilizados en la momificación y en los templos. En Mesopotamia y Grecia, los ungüentos eran considerados regalos divinos. Sin embargo, es en la tradición judeocristiana donde encontramos el rastro más definido de las Miróforas.
Los textos evangélicos mencionan a un grupo de mujeres que ungieron a Jesús con perfumes antes de su muerte y que, tras su crucifixión, acudieron al sepulcro con aceites aromáticos para completar los ritos funerarios. Entre ellas, destacan María Magdalena, María la Madre, Marta de Betania y otras discípulas, quienes fueron testigos de la resurrección.
El Oficio de las Miróforas
Las Miróforas no solo eran cuidadoras de los cuerpos en tránsito, sino también sanadoras del alma. Sus aceites no solo perfumaban, sino que aliviaban heridas, acompañaban el duelo y ayudaban a conectar con lo divino. La mirra, el incienso, el nardo y la rosa eran algunas de sus esencias más preciadas, utilizadas en momentos de dolor, transformación y renacimiento.
Se dice que estas mujeres poseían un conocimiento ancestral sobre el poder terapéutico de los aromas y que, en sus rituales, combinaban el toque, la intención y la oración para llevar alivio a quienes sufrían.

Las Miróforas Hoy
Aunque el tiempo ha velado su historia, la esencia de las Miróforas sigue viva en quienes trabajan con aceites sagrados para sanar el cuerpo, la psique y el alma. Rescatar su legado es recordar que la fragancia de lo sagrado sigue presente, como un susurro invisible que acompaña, sostiene y transforma.